Educar en el asombro

Qué ocurre cuando un niño está saturado o el peligro de la sobreestimulación.

Bien sea por un exceso de consumismo, por la falta de límites, por una sobre estimulación externa, o por las pantallas estridentes…

El ruido ensordecedor acalla sus preguntas. El niño empieza a dar el mundo por supuesto, a pensar que todo le es debido, que las cosas, o peor, que las personas tienen que comportarse como él quiere. Entonces el niño asombrado y agradecido se convierte en un niño cínico, hiperactivo y rebelde, pendiente de que “le diviertan”. Cuando ocurre ese cambio, el niño empieza a tener pataletas con frecuencia, que son manifestación de su frustración ante una realidad que no se amolda a lo que él quiere. Entonces el niño pierde el contexto: piensa que la realidad debe obedecer a sus antojos. Estamos a un paso del niño tirano. Milan Kundera decía que “los niños no son el futuro porque algún día vayan a ser mayores, sino porque la humanidad se va a aproximar cada vez más al niño, porque la infancia es la imagen del futuro”. En un mundo inestable de cambios continuos, Kundera nos dice a dónde hemos de mirar para saber como será el futuro: a los niños.

Una forma inequívoca de mejorar el futuro de nuestro mundo es por la vía de la educación en el asombro y en la belleza. Educar en el asombro es educar al niño en el agradecimiento por la vida, por la belleza que lo que le rodea.

Un niño asombrado no ve, sino que mira, escucha, interioriza. Un niño asombrado está a la expectativa de la realidad, preparado a adentrarse en ella; no es dependiente de ella, esperando con ansiedad o aburrimiento que el mundo le entretenga. Un niño asombrado no teme el silencio, sino que lo busca como a un amigo, en compañía del que se puede reflexionar, pensar, formular preguntas, buscar respuestas. Es un niño creativo, genial. Un niño asombrado tiene una sensibilidad y una atracción natural hacía la belleza. Porque el asombro está provocado por la belleza, y por eso solo un niño rodeado de belleza encuentra motivos para asombrarse.


Educar en el asombro
es replantear el aprendizaje como un viaje que nace desde el interior de la persona, una aventura maravillosa facilitada por una consideración profunda de lo que reclama la naturaleza del niño, como el respeto por su inocencia, sus ritmos, su sentido del misterio y su sed de belleza.

Catherine L’Ecuyer.

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