Muchas de nosotras hemos oído hablar de autorregulación emocional infantil en la crianza, pero… ¿Qué es exactamente? ¿Cómo podemos favorecerla en nuestros hijos y qué podemos esperar de ellos?
La autorregulación es la habilidad de regular y gestionar el propio comportamiento, las emociones y los pensamientos. A medida que nuestros hijos crecen y van adquiriendo más capacidades, se va desarrollando su capacidad de autorregulación.
¿Por qué a los niños les resulta tan difícil regular sus emociones?
Si a los adultos nos sucede a menudo, imaginemos si la parte de nuestro cerebro encargada de regular las emociones todavía no hubiera madurado, como es el caso de los bebés y niños pequeños. Y es que el cerebro primitivo, el de la supervivencia, nos funciona a la perfección desde que nacemos. Sabemos qué necesitamos y cuándo, de ahí que ante el hambre o el sueño nos comuniquemos mediante el llanto u otras señales de comunicación básicas (gestos, balbuceos o ya con las primeras pinceladas de lenguaje verbal). Pero ante las emociones, es común que los niños se desborden. Y por mucho que les forcemos, desde el punto de vista emocional, madurativo y fisiológico sencillamente no son capaces de autorregularse aún. Podemos acompañarlos, contenerlos y comportarnos de manera calmada y paciente ante esas situaciones de estrés o rabietas, por ejemplo, para que tengan un referente y puedan también sentirse seguros, amados y acompañados. Poco más podemos hacer, ya que aunque recurriéramos a castigos o a otras alternativas conductistas, no podríamos ayudarles en su proceso de autorregulación de las emociones, ya que se trata de un proceso madurativo que irá completándose poco a poco, a su debido tiempo y al ritmo de cada niño.
Por tanto, es innegable que nacemos desprotegidos. Durante los primeros meses, conocidos en algunos ámbitos de crianza como el periodo de exterogestación, necesitamos que nos transporten, nos mezan, nos arrullen, nos ayuden en gran medida a satisfacer nuestras necesidades básicas, las cuales sí somos capaces de comunicar en cierta medida. Somos seres dependientes y nuestra evolución forma parte de un continuum, hasta que, pasado un tiempo, comenzamos a poder desplazarnos de manera autónoma (volteo, gateo y primeros desplazamientos de pie posteriormente), a poder gestionar nuestra alimentación complementaria (necesitamos todavía la leche como alimento principal, pero comenzamos a interesarnos y a experimentar con lo que nos ofrecen en la medida en que nuestro instinto nos lo demanda) y a comunicarnos por nosotros mismos. Del mismo modo, sucede con el sueño o con las emociones. Todo ello constituye un proceso de adquisición de herramientas con el fin de autogestionarnos de forma óptima, expresando libremente emociones, necesidades y deseos.
Durante este camino es cuando nos encontramos con las rabietas, que no son otra cosa que una manera de comunicación sin la reflexión, las herramientas y los condicionamientos sociales propios de una etapa más tardía.
Pero igualmente son etapas válidas, formas de comunicación sanas de acuerdo con el momento evolutivo en que nos encontramos, y que así deberían ser tratadas, acompañadas y mecidas por las personas de apego principales, como una oportunidad de aprender juntos, de acompañarnos y de evolucionar.
Para ello, debemos tener paciencia y conservar la calma, buscar soluciones juntos y reajustarnos continuamente.
¿Cómo podemos ayudarles?
– En primer lugar, nos gusta recurrir a la paz-ciencia. O lo que las redactoras de Tetatet llamamos la ciencia de la paz. Es decir, por un lado contar con la evidencia científica, tener en cuenta los conocimientos antropológicos y de biología básica sobre nuestro comportamiento y evolución como mamíferos humanos y, a la vez, disponer de la paz, de la paciencia necesaria para sobrellevar, ya como padres, como adultos, cada etapa de nuestro bebé de la mejor manera posible. Y, conforme crecen nuestros hijos, recurrir a la autocrítica con respecto a nuestras actitudes frente al conflicto, recordar, revivir y sanar nuestra infancia, abrazarnos como niños que una vez fuimos y cuidar la forma en que nos relacionamos ahora con nuestro bebé, ya que serán puntos clave en el desarrollo de su capacidad para autorregularse.
– No olvidemos que el ejemplo arrastra y, por ende, la forma en que nosotros resolvemos nuestros conflictos y nos relacionamos con nuestros hijos puede ayudar o perjudicar nuestra relación paternofilial. Saber brindarles la autonomía, la responsabilidad y el espacio necesarios en el momento en que ellos están preparados, sin forzar la situación, sin imponer ni castigar, les da mayor seguridad en sí mismos y les ayudará paulatinamente a sentirse más capaces de resolver sus propios conflictos, de respetar y de respetarse.
– Tampoco podemos olvidar empoderar a nuestros hijos, a nuestro bebé desde bien pequeño, validando sus gustos, preferencias y sentimientos, y ayudándoles a identificarlos y a expresarlos (recordemos que lo que no se nombra no existe). Recordemos que todas las emociones que experimente una persona son siempre válidas y tienen sentido. Podemos ayudarles, a través de expresiones del tipo:
- “Parece que te sientes enfadado porque te gustaría jugar más rato.”
- “Veo que esto te ha hecho sentir tristeza.”
- “Entiendo que sientas rabia por lo que ha sucedido.”
- “Parece que sientes miedo.”
- “¿Y cómo te sentiste cuando sucedió eso?”
- “Debes estar orgulloso de ti mismo, te has esforzado mucho.”
- “La mamá hoy se siente cansada.”
– Además, verbalizar las emociones nos sirve de gran ayuda para que ellos mismos vayan adquiriendo consciencia de ella y consigan compartirlas y expresarlas, sin juicios.
– Los niños necesitan sentir que se les tiene en cuenta y que no son meros hologramas o marionetas. Necesitan sentirse escuchados, sentir que forman parte del mundo, que les hagamos partícipes de las decisiones cotidianas, lo que les refuerza la autoestima y contribuye a fomentar su autonomía y su responsabilidad.
– Saber respetar sus necesidades esenciales como son el sueño, el hambre, el movimiento o el juego. Aquí entran en escena la autorregulación del sueño, de la alimentación y del aprendizaje a través de la actividad lúdica y el movimiento libre.
Autorregulación del sueño
El sueño es un aspecto madurativo más de nuestra evolución, y como tal, debe ser respetado y aceptado. Cada niño es un mundo, pero son habituales y sanos los despertares nocturnos hasta que las fases de sueño y descanso se regulan por sí mismas, de nuevo, acompañadas de la paz-ciencia.
Autorregulación alimentaria
Por otro lado, la alimentación es otra de nuestras necesidades básicas pero también requiere tiempo para completar su evolución. Para respetar dicho proceso lo mejor es dejar al niño que coma a demanda, bien sea sólo leche materna, sólo leche de fórmula, lactancia mixta o ya alimentación complementaria. En esta última, es importante también que sea el bebé/niño quien elija los alimentos que quiere probar o ingerir de entre varias opciones, variadas y cotidianas, que el resto de la familia come a diario de manera espontánea y natural, con su textura original y sin necesidad de ser procesados o triturados. Los niños pronto adquieren destreza oculo-manual y se autorregulan por sí mismos de manera asombrosa. Una vez más, sólo es necesario confiar en ellos, en su sabiduría y en nuestro instinto.
Autorregulación motora
Por último, hablemos del movimiento. El movimiento y el juego libres son necesarios para un desarrollo físico, emocional y cerebral pleno. Los niños recrean situaciones cotidianas para gestionar sus propios miedos y conflictos, recurren al juego simbólico y, de nuevo, son capaces de autorregular sus actividades y emociones a su ritmo, de acuerdo con su contexto, características, necesidades, intereses y momento evolutivo. Y os adelantamos a este respecto que pronto tendremos el placer de contar en Tetatet con el testimonio de Carmen Cabrera, autora de “El juego libre: fuente de felicidad”.
En última instancia, no olvidemos la paz–ciencia durante el acompañamiento de cada uno de los logros y etapas de nuestro bebé, en todas las áreas importantes de su proceso madurativo. Nuestros hijos se merecen respeto por ser exactamente como son, maravillosos.
Y tú, ¿te animas a contarnos tu experiencia o tus ideas sobre autorregulación? ¿Te apetece compartir algún consejo o duda con nosotras?